Pocos saben que el Ave Fénix es un animal al que se le encuentra en la mitología de las distintas culturas a través del tiempo, pero según se cuenta, para la tradición cristiana su historia nace en el mismo Jardín del Edén.
Sucedió el día en el que se expulsó del Paraíso a Adán y Eva, momento en el que una chispa despedida de la espalda del ángel que los desterró encendió casualmente el nido de esta ave que se quemó hasta consumirla.
Pero como el Ave Fénix había sido el único ser que no había probado la fruta prohibida, le fue otorgada la divina inmortalidad con la capacidad de poder resurgir de sus cenizas cada vez que se incinerara.
Resistirse a la tentación le valió este regalo divino; y a partir de entonces, después de poner un huevo, lo empollaba durante tres días para luego pasar a extinguirse por el fuego resurgiendo ahí, en el mismo huevo.
Algunos refieren que su origen se remonta a las regiones de Etiopía y Libia, a pesar de que su nombre proviene del griego que significa ‘rojo’, presentándose como una gran ave envuelta en llamas, la que luego de incinerarse vuelve a nacer, convirtiéndose en todos lados en un símbolo de inmortalidad y resurrección.
En muchas culturas se han referido a esta ave como un semidiós, capaz de nobles acciones y con la capacidad de poder discernir entre la bondad y maldad de las personas, a quienes tiende a ayudar en función de este criterio.
Para los griegos, este animal de plumaje deliciosamente aromático y de sagrado origen solamente existía en Egipto, sin embargo, fue la mitología griega la que trasladó su fama y la llevó a recorrer todas las extensas regiones del Imperio Romano.
Hoy en día, el Ave Fénix representa un símbolo importante y relevante en la vida de todos los seres humanos: la esperanza.
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